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miércoles, 20 de mayo de 2015

LIDERAZGO BASADO EN VALORES


Para empezar debemos definir que es liderazgo: la "actividad de influenciar a la gente para que se empeñe voluntariamente en el logro de los objetivos del grupo". Por grupo debe entenderse un grupo pequeño, la familia, la comunidad en que vivimos, una organización, etc.
En los albores de la historia, el líder era concebido como un ser superior al resto de los miembros del grupo, con atributos especiales. Un individuo al demostrar su superioridad ante la comunidad se convertía en el líder.

Se consideraba que estos poderes o atributos especiales nacían con ellos.
Actualmente con el auge de la psicología, se ha tratado de fundamentar esta perspectiva a partir del fuerte vínculo psicológico que establecemos con nuestro padre, la primera figura arquetípica que tenemos.

Estudios psicológicos sobre el liderazgo sostienen que buscamos en nuestros líderes la seguridad que nos proporcionaba el símbolo paterno.
Y así, como conceptualizábamos a nuestro padre como un ser perfecto e infalible, reproducimos esta fijación hacia nuestros líderes, considerándolos más grandes, más inteligentes y más capaces que nosotros.
Aunque actualmente ya no se piensa que estas habilidades son supernaturales y que las habilidades que hacen a un líder son comunes a todos, sí se acepta que los líderes poseen éstas en mayor grado.
Los estudios sobre el liderazgo señalan que los líderes tienden a ser más brillantes, tienen mejor criterio, interactúan más, trabajan bien bajo tensión, toman decisiones, tienden a tomar el mando o el control, y se sienten seguros de sí mismos.
El liderazgo trascendente se basa en valores y los realiza a nivel personal y los promueve a nivel colectivo. Esos valores no dejan que la persona se encierre en sí misma o los practique sólo para ella. Tienen una fuerza cultural que se puede percibir en la relación interpersonal.
El valor es un bien que perfecciona a la persona que lo realiza consciente y libremente a través de hábitos de comportamiento.  Los valores nos ponen en relación con los demás quienes constatan si los vivimos o si trascienden a ellos en forma de ejemplo para fortalecer la convivencia. Hay pues un proceso de arraigo en la conducta y de proyección cultural.
El liderazgo con valores necesariamente trasciende porque esa proyección es inevitable y, además, muy conveniente para verificar que el valor no es sólo un asunto personal sino social.
Los demás verifican nuestros valores. Sobre todo si hablamos de valores éticos. Una persona honesta no lo es para sí, lo es en relación a los otros. Se desencadena un proceso que va más allá de uno y otro.
El proceso de arraigo del valor, de formación de los hábitos de acciones valiosas, parte de la persona y una vez que ella lo logra, trasciende a las organizaciones, llámense familia, escuela empresa, o sociedad. Además, los valores se conectan unos con otros en una especie de sistema de vasos comunicantes, que influyen unos en otros porque se trascienden unos a otros.
El dinamismo de los valores es continuo y produce un crecimiento interior que impulsa cada nuevo acto de valor y consolida los anteriores porque el hábito es un proceso psicológico que da estabilidad a las acciones.


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